Sunday, August 25

Oda al sueño

La vida es una caja impredecible de incertidumbres (o de chocolates, como diría Forrest Gump) y esto ha llevado a todo ser humano a plantearse por lo menos una vez en su vida preguntas trascendentales en torno a su propósito y su misión de existencia. Sin hablar de los dogmas de fe y los autoritarismos "espirituales" de las instituciones religiosas, en lenguaje raso e inmediato, la respuesta a estas cuestiones es siempre simple: el propósito de la vida -dicen- es "cumplir tus sueños". Conformarse con tal contestación sería un autocomplaciente engaño si no llevara necesariamente a preguntar: ¿y qué demonios son los sueños?

Y bueno, esa no es una pregunta sencilla. Es como preguntarse por "Dios", por el proceso de constitución de los cromosomas y la determinación ADN durante la gestación de cualquier ser vivo, o por las leyes generales que gobiernan la existencia y comportamiento de la materia en el universo; porque después de todo, cada soñador es un microcosmos. Edgar Allan Poe comprendía bien la complejidad de esta conjetura cuando se preguntaba: ¿No será que lo que vemos o creemos ver es sólo un sueño dentro de otro sueño?. Porque los sueños no son ideales ni fines en sí mismos. Los sueños son portales, ventanas a la inconsciencia, pasajes de la introspección, verdades relativas escondidas tras lo intricado del juicio y la memoria, pistas y veredas por donde dirigir los pensamientos. Y horas de descanso, pero también de intenso trabajo. Quienes han tenido a bien profundizar respecto a su naturaleza psíquica y mental, han llegado al consenso de que los sueños son la dimensión en que asimilamos los recuerdos y, por ende, una fase de construcción del criterio, del tercer ojo, del séptimo chacra. Sí, del "sexto sentido".

Por ello es que los sueños nos confunden y descontrolan. Cuando lo acontecido parece más acercado a la ciencia ficción que a la realidad, resultan desconcertantes y poco comprensibles al soñador; de ahí que la preocupación central de quienes más han profundizado en el asunto, sea la de comprender su significado: no sólo del sueño en sí (la situación, las personas involucradas si las hubiere, el clima y los colores, el dejo sentimental y la forma con que se escapa o se es expulsado del sueño, el grado de lucidez que el soñador alcanza dentro del mismo, etc.), sino de las situaciones inexplicables, irracionales, repugnantes, o que trascienden la dimensión de lo posible, como si Dalí o Kubrick o el Marqués de Sade se apoderaran de nuestro cerebro por las noches, llevándonos a presenciar nuestra propia muerte o incluso ser capaces de comunicarnos con personas que ya la han vivido(sic). La carente lógica en este tipo de sueños da lugar a toda clase de interpretaciones reduccionistas, lineales y hasta simbólicas. Podrá atestiguarlo quien haya visto en algún aparador de librería libros con títulos como "El significado de los sueños", o a un vagonero en el Metro, vociferando: "buenos días, señores usuarios, traigo a la venta el manual, útil manual, manual para descifrar los sueños, para entender que significa soñar, soñar con que llueve, soñar con su mamá, con su novia, con su suegra, soñar con que tiene sexo, soñar con la noche, soñar con el cielo...". Las "explicaciones" que ofrecen estas "interpretaciones" son irreductibles , basadas en subjetivismos vulgares o en detalles abstractos, y cuyo mercado florece en sociedades donde impera la ignorancia, aun cuando las respuestas que ofrecen pueden llegar a satisfacer al menos la curiosidad, echar a volar un poco nuestra imaginación y llevarnos a encontrar un porqué falaz a estos "sueños de opio", sin embargo serían insuficientes si el sueño en cuestión nos muestra una situación factible, con posibilidades altas de ocurrir fuera de los sueños (en "la realidad"), o incluso algo que ya hemos vivido o vivimos con cotidianidad.

En su Interpretación de los sueños, Sigmund Freud nos dota de pistas para descifrarlos. Considera que todos los sueños, incluso las pesadillas, representan la realización disfrazada o evidente de un deseo reprimido. En el caso de las pesadillas, el deseo se expresa como su propia negación, como incumplimiento del mismo, o incluso como satisfacción de una tendencia masoquista e inconsciente. Para el caso de los sueños de opio, su aparente incomprensibilidad denotaría no tanto un caos irracional en la mente, obra del surrealista travieso que se divierte desquiciándonos, sino más bien un mecanismo de autocensura que priva al soñador de percibir cabalmente y con claridad estos deseos, represiones y tendencias, y que en última instancia le priva de vivirlas o de dejar de vivirlas. Y puede que con ello, le esté haciendo un favor...

De tal suerte que, en un sentido literal, al "perseguir sus sueños", estimado lector, "duerme soñando, con sus ojos tan plenos despiertos...", no persiguiendo un ideal de vida o de perfección, sino los designios de su inconsciente y, en mayor o menor grado, del entorno exterior con el que a diario se pone en contacto. Como sentenciaría Marx en La ideología alemana: "No es la consciencia determinando al ser, sino al contrario: el ser social determinando su propia consciencia"; así, las vivencias y experiencias, el camino de los errores y el miedo a incurrir en ellos, o la propensión a tropezar con la misma piedra, por placer o por patología, como los momentos de placer, disfrute y felicidad, por efímera que esta sea; son las claves tan buscadas que lleven al hilo negro del  rumbo de los sueños y, eventualmente, nuestras intenciones, personalidades, deseos, esa existencia del orden detrás del caos que persigue la vida espiritual: la constante en el cambio, lo esencial.

Así, con Segismundo, Calderón de la Barca parecía no ser del todo exagerado:

Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey,
y vive con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,
de estas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi...

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son...

Monday, August 19

No soy tan civilizado...

Hoy buscas en mí un amigo que haga un poco por que alcances lo que anhelas... un amigo sería yo si te apoyara contra todo lo demás. A un amigo tu dicha le haría feliz aunque ésta te llevara lejos, y te fueres más allá de donde yo te habría podido acompañar.... No me pidas ser tu amigo porque hay cosas en mí que este día no entiendo, por ejemplo que no puedo ser ese alguien que piensa en la comprensión, y esta solo me daría tranquilidad si a la vez tú me comprendieras esta tarde que me hace abrazarte fuerte, cuando me dices adios... Un amigo te diría que todo marcha mientras se muerde los labios, y por tí no extrañaría cada fin de año los días que no volverás. Un amigo dejaría de hablar de cosas que sabe que te haran falta, para hablarte de lo que hay más adelante aunque yo me quede atrás... Sé que siempre fuí el contiguo que tuviste a cada instante de tu vida, alguien que lo daba todo sin pedirte ni siquiera la verdad. Siempre tuviste este complice que vino sin que le necesitaras, porque concebía el mundo desde tus ojos y ellos me querian mirar... No me pidas ser tu amigo cuando me dejas saber que ya te marchas, no soy tan civilizado para comprender sabiendo que te vas... Para ti seré el que hoy lo pierde todo porque no supo escucharte; para mí solo seré un extraño en paz que nunca te dejó de amar....

Sunday, August 11

Ser humano

11:40 PM. Como siempre a esta hora, pareciera que los segundos avanzan más de prisa, más si de alcanzar el Metro se trata, pero hace tiempo ya que aprendí a disfrutar en soledad el trote rápido de una o de diez cuadras, aún a pesar del conflicto aberrante entre la belleza de la noche y lo insegura que puede resultar la vía "pública". Y digo "aprendí" porque la apreciación de los detalles al cruzar la selva de asfalto ha quedado subsumida en la posmodernidad a una abigarrada mezcla de situaciones caóticas. Preocupaciones del entorno, que si alguien te sigue o la luz está en verde o rojo, o de índole más personal, como la prisa o la falta de sentido de orientación, o una mezcla de ambas, como un hombre tirado boca arriba en la calle, apoyado con una mano firme en la banqueta y la otra en la puerta trasera del lado izquierdo de un coche muy parecido al Negro, estacionado sobre el arroyo vial. Me percaté de él unos metros antes, justo después de haber cruzado la calle que llega al parque, como también de un par de transeúntes que, por prisa o repugnancia, se limitaban a mirarlo y reprobar su situación con un gesto o movimiento de cabeza, sin detener su marcha medianochera. Tal como con ellos, el hombre me dirigió fijamente la mirada e intentó estirar su mano, pero su postura y nula sobriedad se lo impidieron. Lo miré un instante.Me produjo lástima. Aún con la prisa y la avalancha de pensamientos que rodaba cuesta abajo en mi mente, interrumpí mi camino y saque un par de monedas del bolsillo para colocarlas en su mano. Miró lo que había hecho y murmuró algo que no pude entender; acto seguido dejó caer las monedas de su mano. Algo en sus ojos era distinto. Volvió a mirarme, esta vez embargado por una profunda tristeza, lo cuál me desconcertó y me llenó de culpa. Ese hombre moreno, barbón y mal aseado se arrojó de espaldas al suelo y miró el cielo oscuro y nublado con los ojos llenos de lágrimas. En ese momento comprendí que no clamaba por caridad ni por lástima, sino por ayuda... y de un golpe vino a mí recuerdo la misma mirada de tristeza y decepción por el género humano en ojos de otros hombres, de mujeres, ancianos, niños y niñas, con el estómago o con el alma vacía, presos todos tras el disfraz de la miseria. Me asaltaron los recuerdos de tantas voces de suficiencia y reluctancia, incluso de ínfula, tanto de propios como de extraños, condenándolos: "que se pongan a trabajar...", "están jodidos porque así lo quieren...", y caí en la cuenta que la indiferencia ante la desgracia no es justicia sino inconsciente violencia, indeleble, que pasa casi desapercibida como ya esas personas lo hacen en nuestra vida, colateralmente, como en una dimensión que vemos pero nos rehusamos a asumir como propia. Que así como ellos viven en desventura, nosotros que tenemos al menos lo mínimo para subsistir de una forma decorosa también somos presos del alta estima que damos a lo superfluo, y más aun, que cada pensamiento y acción nuestra está partida en dos o mil pedazos por un egoísmo autolimitante y una insolencia que abocarda el espíritu, volviéndolo lúgubre, autoanulándolo y conduciéndolo a la subestima, privándonos así de la capacidad inherente que poseemos de identificarnos con el dolor y sufrimiento, de ser solidarios, antes que viles y prejuiciosos, de no dejarnos arrastrar por la moral hipócrita y recalcitrante del entorno social, de hacernos menos al hacer menos al prójimo, y de tender una mano a quien la pida, a quien la necesite. De dejar de actuar de una vez por todas como autómatas insensibles, y de aprender a ser humanos...