Monday, February 15

De esclavitud y de cadenas

Yacía semimuerto, descalzo y penetrado por el frio de esas cuatro paredes que envuelven su tragedia. Un crisantemo asomaba los pétalos entre los barrotes oxidados de ese hoyo de 20x20cm. que hace las veces de ventila. El techo escurre de humedad, y ella no para de azotar las puertas de su mente, de rayar sus ventanas y de arremeter contra la ornamenta de aquellos pasillos atascados de luz y sombra. Sigue enclavada en sus recuerdos, más como efímero alid que descarga la frustración que como sentimiento puro. El grillete de la añoranza le desholla el orgullo y le estruja la conciencia, y más cuando el sabor de la libertad solo encuentra en el gusto la hiel amarga y el desazón de la desreciprocidad y la pereza sentimental. Llega la hora del almuerzo y el custodio le lleva la ensarrada bandeja con pan de ajo y puré de papa, un poco de carne seca y cebolla, y de postre una manzana. Todo luce putrefacto, le quema cada instante y los más cotidiano como la vida se ha vuelto un suplicio que lleva su desesperación al extremo tal que sus ansias niegan su realidad miserable y rica, y los pensamientos son tan elocuentes y magníficos que aún lo ve existir. La aurora boreal se ha esfumado y con ella los opacos destellos que solían clarear su rostro, que se ha tornado nuevamente en un pálido pergamino de adulación.

Solo su lamento ahogado en lo inanimado del polvo resonarán en las exequias de su corazón, que poco supo de lo que los humanos llaman el arte de amar.

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