Thursday, April 8

El cazador

Solía siempre ganarle la carrera al amanecer, y para entonces haberse zambullido ya en lo profundo del bosque, para que los primeros aires que respirara le embriagaran los pensamientos de instinto y frialdad. Después de lavarse la cara y las manos se disponía en ocasiones a poner el agua para café y de cuando en cuando, si se encontraba perturbado o preocupado. Aquella mañana se levantó del lado izquierdo de la cama, e inmediatamente después de una parada en el baño metió una mano en el ropero de madera. Los alrededores de la manija para deslizar la puerta del armario habían sido presa de las termitas cuando, por meses descuidó la cabaña y sus alrededores y, decidió emprender el camino para poder tomar un baño en aquel manantial al que se refería su bisabuela en las lejanas tardes de su adolescencia, después de la comida, frente a la chimenea de esa hermosa casa de descanso. Encontró una camiseta ligera de algodón, atirantada, con la que vistío su frágil espalda, y se cubrió después con la misma camisa roja y verde a cuadros que desde hace años le acompañaba en sus incursiones. Por un momento suspiró al recordar como los caireles castaños que medio escondían el perfil de la pequeña dama que le había llevado a visitar el cielo y el infierno en un instante, y de pronto la añoranza cargada de indiferencia le abofeteo en señal de conocida de advertencia. Cuando su mente regresó a él, descolgó del perchero el gorro de lana con visera; se cuidó de desatarle el nudo ciego para que las orejeras le cubrieran las patillas del poco cálido clima de la montaña, así como de anudar bien los hilos de sus botas incansables.

Y en ayunas salío a cazar...

Le dolía el alma, pero sentía queesa herida que le había atravesado las entrañas, la cual no podía ocultar al momento de amar, iba cerrándose paulatinamente, así como cuando después de que una tupida pradera fue enteramente arrasada, consumida y calcinada por las brasas del fuego, la humedad y la vitalidad de la atmósfera, o al menos lo febril e inefable de ésta, le lleva a través de los años a reverdecer y convertirse en un edén de vida natural, donde los pajarillos vuelan y en sus árboles anidan, donde el pasto crece hasta llegar mas allá de tus rodillas y la polvareda ya no irrita mas los ojos y la garganta. Percibía que su propia naturaleza era bondadosa con él porque él había dejado de comportarse como antes necesitaba hacerlo.

Así, perdido en la claridad de la neblina, desempañaba los cristales de su esencia y la redescubría a cada momento, la cortejaba como a la mujer que amó intensamente. Y aún a pesar de aquel vacío, estaba seguro que no estaba solo y que el esfuerzo sería arduo si quería llevar esa vida que anhelaba adelante. Había encontrado, después de tanto tocar a la puerta se encontró a sí mismo desnudó del espíritu y sus emociones expuestas. En esa mañana, por fin, despertó seguro de estar haciendo lo correcto, y comprendió que las circunstancias son eventualidades que muestran distintas sendas por recorrer, veredas por conocer y algunas rutas que , se lo quiera o no, se han de truncar. El ideal de perfección fluyó hacía fuera de sus principios como fluye un caudaloso río que desemboca al mar, y la comprensión y paciencia con que ella le escucha se ha llevado lejos la aprehensión de que este cortometraje, género melodrama-tragedia-comedia-suspenso llamado vida, no es sino una telenovela en la que no siempre se puede actuar y fingir, y que por temporadas el vaivén de todo el cuerpo al ritmo de la música simplemente fluye y se escapa por los poros tan intensamente que es justo tomarse un instante a contemplar como todo reverdece, como es que todo pasa y, aún así, todo permanece tal cual.

Se inclinó y agradeció por la aparente época sin pena ni gloria que le toco saborear, y por la pequeña vida que disfrutaba, porque ahora la soledad había pasado de ser un suplicio a un ansia que le hacía respirar rápida y profundamente. Se encomendó a sus propias capacidades, implorando poder seguirse entregando como hasta ahora lo había hecho, y deseando fervientemente encontrar siempre en el bolsillo de su mente la ingeniosa navajita que le permita liberarse de las cuerdas que le atan a su pasado, y que reprimian y aprisionaban su espontaneidad y le habían privado de la praxis del amor.

Finalmente, cuando se percató que la temporada de caza había terminado hace algunos años, y que el cargar el rifle era ya inutil, con todo y funda dejó que le hiciera compañía al dique que reposa en el fondo del lago desde que el marino Briens, junto con toda su tripulación, había naufragado allí. Permitío, sin culparse el mismo que su humanidad infranqueablemente soñadora le hiciera compañía al caminar casi 4 kilómetros, hasta llegar detrás de la montaña por donde el sol se asomaba siempre, y que ahora se escondía delicadamente entre ocres y nubes, haciendose uno con el firmamento que sedujo por completo el horizonte y la vegetación del paisaje, mientras los pajarillos trinaban, mientras que las hojas de los árboles iban jugando con las luces y sombras de su rostro cansado, pero rejuvenecido por dejar de ser un cazador.


"Querer a alguien es una hazaña: se necesita energía, generosidad, ceguera; hasta hay un momento, un principio mismo en que es preciso saltar un precipicio. Si uno reflexiona, no lo hará."
-Jean Paul Sartre

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